Esculpiendo las emociones: Entrevista a Lucrecia Cuevas
- Sofía Stamatio
- 27 may
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Actualizado: 28 may
Con su mirada azul, serena, de quien se siente plena, Lucrecia Cuevas (Cd. Victoria, Tamaulipas, 1950) mira al pasado y recorre los avatares de una vida dedicada al arte. Estudió escultura en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado "La Esmeralda". Ha presentado 11 exposiciones individuales y 43 colectivas tanto en México como en Estados Unidos. Su talento se ha plasmado no sólo en la escultura, sino también en la pintura, la música, la escritura, el teatro y el performance.

Cuéntame de ti. ¿Quién es Lucrecia Cuevas?
Nací en Ciudad Victoria, Tamaulipas, y para mí siempre ha sido importante regresar a mis raíces, alimentarme de las raíces de mi pueblo, de mi gente de allá, de mi enorme familia. Soy una persona muy sensible y ahora he podido ser una mujer más tranquila, más feliz. Durante muchos años no tuve la oportunidad de estar en paz.
¿Cómo fue tu infancia? ¿Desde pequeña te interesó el arte?
Tuve un papá pintor que desde niña me enseñó sobre arte, me sentaba ahí con él y me enseñaba sus libros. Él amaba a los impresionistas, a Gauguin en especial, a Turner… Él pintaba muy bien a la acuarela y me llevó a todo tipo de exposiciones, me puso un maestro cuando tenía yo unos 13 años para que empezara a hacer moldes y me llevó también con un escultor, Salvador Moreno, que tenía un taller enorme lleno de telarañas. Y él me regaló mi primer caballete, que todavía tengo, y una caja forrada de lámina para poder guardar el barro. Siempre tuve apoyo de mi papá. Y mi mamá, pues podría haber sido una gran escultora, ella modelaba galletas y hacía bordados maravillosos, era muy sensible también. Mi tía abuela, en Ciudad Victoria, fue la primera que se dio cuenta que yo tenía capacidad para hacer escultura cuando era yo una niña. Me llevó a comprar plastilina y me puso un cuartito donde podía trabajar. Además, mi otra tía abuela, que vivía en la cuadra de enfrente y era maestra de decoración de pasteles, me enseñó a trabajar con pasta de azúcar. Ella hacía novias para las bodas y me enseñó a hacer flores y los vestidos de las novias, era muy divertido. Tenía entonces unos ocho o diez años. Ciudad Victoria y mi familia de allá fueron una influencia muy grande en mi vida.
¿Cuál es tu relación con el arte?
El arte siempre ha sido parte de mí, siempre. He podido explorar no sólo la escultura, sino también la pintura, el dibujo, la escritura y también he sido cantante, viví muchos años de cantar. También he compuesto, he hecho dos discos. Y, bueno, mi vida ha estado empapada siempre del arte. Vengo de una familia de artistas; además de mi papá, hubo gente de teatro, investigadores, escritores, también poetas… de todo hubo en mi familia. Entonces yo no tuve que escoger. Hay por ahí una frase que dice que el arte te escoge a ti, y sí, como viví en ese medio de artistas, para mí fue lo más normal.
¿Qué temas exploras con tu obra?
Bueno, hay una cosa interesante: yo trabajo de dentro hacia afuera. Eso quiere decir que aprovecho todas las emociones, de todo tipo, y luego las muestro al mundo, y cuando uno hace eso, la obra se vuelve universal, porque todos los seres humanos tenemos esas mismas emociones. Por ejemplo, Diego Rivera, trabajaba al revés: de afuera para adentro. No que su obra no fuera universal pero, digamos, no estaba embebida de esa emoción tan fuerte que se tiene cuando se trabaja de adentro hacia afuera.
¿Qué artistas te han influido?
Giacomo Manzù, el escultor italiano, y Francisco Zúñiga, que fue maestro de la escuela donde yo estudié. Lucía Maya ha sido muy importante para mí; Ricardo Anguía, no se diga Toledo. También Arturo Rivera, que fue un gran pintor. Y no solamente se alimenta uno de artistas plásticos, sino también de literatura, de cine, de fotografía.

¿Qué obstáculos has enfrentado como artista?
Por un lado, es muy complicada toda la parte de la venta, de la promoción. Una se va más hacia el crear, el taller, hacer cosas. Pero la otra parte es muy importante, y eso no me lo enseñaron en la escuela. Yo lo aprendí poco a poco a base de golpes muy difíciles. Por ejemplo, la primera vez que llevé mi escultura a una galería muy importante en Polanco, en la Ciudad de México, salió la dueña, se me quedó viendo y me dijo: “Mira, tienes mucho talento, pero yo no tengo tiempo más que para los grandes. No tengo tiempo para ti”. Y ¡pum!, me cerró la puerta en las narices. En otra galería de escultura, llegué con mi trabajo, en cajas de cartón, de donde sobresalía el ala de una de mis piezas El dueño volteó, se le quedó viendo y dijo: “no me interesa”. Y se dio la media vuelta y se fue. En Monterrey también me pasó, que el dueño de una galería me dijo: “ese tipo de cosas yo no las vendo aquí”. Los dueños de galerías han sido siempre muy difíciles en mi vida. También, estando yo embarazada como de 7 meses, empecé a trabajar en un periódico como ilustradora. El que recibía el trabajo era un tipo horrible que se me quedaba viendo y me invitaba a tomar un café. Como no se lo acepté, me dijo: “Usted dibuja como hombre. El día que dibuje como mujer, me entrega las cosas y las recibo”. Y todo porque no quise ir a tomar café con él. Claro que ha habido excepciones, como Estela Shapiro, una mujer maravillosa, que me invitó a exponer en su galería junto con Rodolfo Morales. Y también me ayudó mucho un curso muy importante que tomé con Felipe Ehrenberg, que se llama “El arte de vivir del arte”. Ahí aprendí muchas cosas que nunca me enseñaron.
¿Crees que el arte puede transformar la realidad?
Sí, claro que sí. Creo que todo tipo de manifestación artística incide en la realidad. No que la cambie absolutamente, pero ayuda. Yo no pertenezco a ningún partido político, pero mi manera de luchar y de expresar todo lo que siento en la defensa de la mujer —he sido muy feminista siempre—, ha sido a través del arte. Sí se cambia, algo cambia. Por lo menos la gente siente más, vive más cuando ve la obra. Recuerdo una exposición que tuve en la Torre de Pemex, en la Ciudad de México. Una mujer entró a la sala y al ver la obra empezó a llorar muchísimo, a gritar “¡no quiero ver esto, yo no quiero ver!”. Y hay otras ocasiones en que la gente se ríe mucho, porque hay dos vertientes en mi obra: la parte trágica y la parte lúdica. Siempre voy de una a otra, de una a otra. Pero sí, a la gente le impacta mucho y eso cambia algo dentro de ellos, ¿no?
(...) yo trabajo de dentro hacia afuera. Eso quiere decir que aprovecho todas las emociones, de todo tipo, y luego las muestro al mundo, y cuando uno hace eso, la obra se vuelve universal, porque todos los seres humanos tenemos esas mismas emociones.
¿De qué trata “Novias, sirenas y otros sueños”?
Es una retrospectiva de 89 piezas que abarca desde que empecé a trabajar y pasa por muchas etapas, por diferentes formas de ver el arte. Está la parte alegre, divertida, y también la parte triste y muy angustiada. Y hay también bastantes cosas de artesanía. Porque para sobrevivir, además de cantar, hice mucha, muchísima artesanía, trofeos, encargos. Y hay también de las últimas cosas que he estado haciendo: durante muchos años yo quería hacer novias, pero siempre eran cursis. Y me encantaba hacer sirenas, pero no lograba compaginar una cosa con otra, hasta que lo descubrí. Y me hizo muy feliz, porque dije, "¡ay, por fin pude hacer esto!" Por eso en el título lleva novias y sirenas. Las últimas piezas, las sirenas novias, surgen porque yo quería empezar a trabajar en cerámica de alta temperatura y no he tenido la posibilidad de hacerlo. Entonces empecé a agarrar los platos de la cocina y a trabajar con plastilina; aunque sabía que a lo mejor luego no podía sacarles moldes, no me importó. Lo que me importó es que me divertí muchísimo, y que estaba encantada haciendo todo este tipo de cosas llenas de color, de alegría.
Y te quedaste sin platos.
Y me quedé sin platos (ríe).
¿Cuál ha sido tu más grande reto?
Ser fiel a mí misma. Eso siempre ha sido muy importante. Ser fiel y no desviarme del camino.
¿El logro más satisfactorio?
Equilibrar mi vida de artista con la vida de mujer, de madre y ahora de abuela. Eso ha sido muy importante, equilibrar una cosa con otra.
¿Y tu aprendizaje más significativo?
Que hay que tener mucha disciplina y amor. Rodin, el escultor francés, decía que sólo el 1% era la inspiración, mientras que el 99% era trabajar las esculturas, las piezas. Él trabajaba de lunes al mediodía del domingo, y nada más descansaba en la tarde.
¿Qué mensaje le darías a las niñas, las jóvenes y las mujeres que sueñan con una carrera en el mundo del arte?
Primero que nada, hacerle caso al corazón. Y si están convencidas, hay que aceptar la parte maravillosa y la parte difícil, porque también hay mucha dificultad. También, que estén muy informadas de lo que pasa en el mundo del arte. Porque eso es básico para poder seguir desarrollando, vender, y con esa venta poder seguir trabajando. Pero, sobre todo, ser fieles a sí mismas.
Hay una frase de Rilke que me encanta y que ha sido siempre mi guía:
Confiésese usted a sí mismo si moriría en el supuesto caso de que le fuera vedado el escribir; ante todo pregúntese en la más silente hora de la noche: ¿debo escribir? Y si la respuesta resulta afirmativa, construya su vida alrededor de esta necesidad. Puede que usted sea convocado por el arte; entonces, asuma su destino y llévelo con su pesadumbre y grandeza sin indagar jamás cuál es la recompensa del exterior. Las obras de arte son de una infinita soledad y con nada se pueden alcanzar, menos con la crítica. Sólo el amor puede captarlas, retenerlas y tener razón frente a ellas. Todo es gestar y luego parir.
—Rainer Maria Rilke, Cartas a un joven poeta
Visita la exposición "Novias, Sirenas y otros sueños. Retrospectiva de Lucrecia Cuevas" hasta el domingo 1° de junio en el Centro Cultural Antiguo Colegio Jesuita de Pátzcuaro. Martes a sábado de 10:00 am a 7:00 pm y domingo de 11:00 am a 6:00 pm. Entrada libre y gratuita.
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