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La celebración de San Juan, tradición viva en Capacuaro

  • Foto del escritor: Erandi Ávalos
    Erandi Ávalos
  • 24 jun
  • 3 Min. de lectura

Fiesta de San Juan en Capacuaro
Fotografía: Erandi Ávalos.

En muchos lugares del mundo cada 24 de junio tiene lugar una celebración muy peculiar: la de San Juan Bautista. Por su cercanía con el solsticio de verano, denota su aspecto de rito agrícola y astronómico que —igual que muchas fiestas cristianas— tiene orígenes muy antiguos que con el paso del tiempo van perdiendo su sentido original y corren el riesgo de convertirse en simples costumbres inconexas saturadas de superflua diversión, bailes de música grupera, excesos y basura. Está claro que las costumbres son dinámicas, pero es importante cuidar que mantengan por lo menos un mínimo de coherencia con su contexto. 


Fiesta de San Juan en Capacuaro
Fotografía: Erandi Ávalos.

En Michoacán son varios los pueblos que celebran en grande esta fecha y generalmente comienzan desde el 22 o 23 de junio y concluyen hasta el 25. Cada uno tiene su singular forma de festejar y se distinguen por una u otra razón. En el caso de Capacuaro, municipio de Uruapan, la explosión de color que se ve por doquier es impresionante. Desde la vestimenta tradicional de las mujeres con sus rollos brillantes adornados con lentejuelas, huanengos y mandiles exquisitamente bordados y coloridos rebozos, hasta los imponentes y exóticos moros a caballo —histórica y sincrética reminiscencia de la conquista y colonia española, y de la historia misma de España—, quienes con su danza son el corazón de esta fiesta. Ellos bailan en grupos como una ofrenda a San Juan Bautista, pidiéndole buenas lluvias y cosechas, y cuentan con maestros que les enseñan los pasos y supervisan los llamativos atuendos.


Cuenta Santiago Rosales, actual mandón —quien porta el bastón de mando del pueblo— que él aprendió las coreografías de su padre Domingo a los trece años y que se dedicó después a enseñar a los niños más pequeños. Ahora su hijo continúa con la tradición, asegurando así que las generaciones venideras continúen danzando para San Juan, y asegurando también una relación de aprendizaje y comunicación entre adultos y menores, lo que no es poca cosa en estos tiempos. 


Fiesta de San Juan en Capacuaro
Fotografía: Erandi Ávalos.

Las mujeres colaboran bordando las mantas que adornan tanto a los caballos como a los danzantes y también preparan el banquete que se ofrece a todos los visitantes, que consiste en el tradicional churipo y corundas. 


La comida, las flores que adornan el templo y a los santos, las bandas de música y todo lo necesario para la celebración es ofrecido por los cargueros, quienes voluntariamente aportan cientos de miles de pesos para que la celebración ocurra. Son invitadas otras comunidades, a quienes se visitará posteriormente. El vínculo que se crea en el interior de la comunidad y con otros pueblos es clave para integración social y, a pesar de que la problemática nacional de caos, violencia, degradación, adicciones y pérdida de identidad está presente en todo el país, sin duda este tipo de actividades son vitales para mantener, en la medida de lo posible, un orden y sana convivencia. Si a esto añadimos el sentido espiritual que contiene, se enriquece aún más la experiencia. 


Fiesta de San Juan en Capacuaro
Fotografía: Erandi Ávalos.

A pesar de que Capacuaro ha perdido casi toda su arquitectura vernácula, lo cual es una pena, ha sabido conservar muy bien el idioma p’urhépecha, que se escucha fluidamente en niños, adultos y ancianos. Con el resguardo de su lengua conservan también una forma única de percibir el mundo y de manifestarse culturalmente.


Por milenios los rituales en fechas clave han sido parte de la vida. Actualmente se han ido supliendo cada vez más por celebraciones individualistas desprovistas de un sentido metafísico, natural y estético, y que no cumplen ninguna función social a largo plazo. ¿Será que los citadinos hemos perdido por completo el sentido de conexión con la tierra y sus ciclos y eso nos afecta más de lo que pensamos? ¿Será que nosotros, eruditos y nunca sabios hijos del materialismo, deberíamos reconsiderar estas prácticas de petición y agradecimiento por las lluvias y las buenas cosechas como reales y sagradas desde que el hombre cultiva la tierra? Tal vez las próximas sequías e inundaciones nos darán la respuesta.


Erandi Ávalos es historiadora del arte, gestora cultural y escritora. Ha colaborado en proyectos individuales y colectivos para espacios culturales públicos y privados en México, Estados Unidos, Países Bajos, Costa Rica y España. Actualmente es Directora de Difusión de Cine Qua Non Lab. Desde el 2018 es miembro de la Sección Mexicana de la Asociación Internacional de Críticos de Arte. Contacto: erandiversionmejorada@gmail.com

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